viernes, 28 de febrero de 2020

Soy vos. Sos yo.

Es el amor que pasa
y nos moja la cara.

Es esta brisa amiga.

Soy vos. Sos yo.

Armándonos enteros
e intentando pasos
que caminen juntos.

La tierra es testigo

y el cielo

y el sol.




María Inés Iacometti

Agua en lágrimas

¿Cómo se puede meter las manos en el alma,
como quien escarba un pozo seco,
y hacer brotar tamaña cantidad de agua?


¿O son lágrimas...?




María Inés Iacometti

lunes, 24 de febrero de 2020

Mi mejor versión


Después del quiebre y del estruendo;
de la tormenta
que bamboleó emociones
corazones
sentidos.

Después del temblor en el piso
y en el alma;
de lo incierto del paso hacia la nada.

Después de las nubes.

Después del después...

Yo.
Encontrándome, conociéndome,
construyendo mi propia paz.

Yo.
Aceptándome con defectos y victorias.

Amándome
perdonándome
puliéndome de a pedacitos
para lograr al fin,

mi mejor versión.



María Inés Iacometti

En carne viva


Y aunque mi alma se descame
si la expongo a tu calor,
decidí que no renuncio
a quedarme en carne viva...

Elijo el riesgo de tenerte cerca.




María Inés Iacometti

sábado, 22 de febrero de 2020

Te siento

Desde lo más recóndito
de este corazón
que tantas horas
te sirve de abrigo.

Desde el umbral
que baja a tus plantas
para ser apoyo.

Desde el hombro que se estira
o se ensancha
en honor y piedad,
en amor y gratitud
hasta tus lágrimas.

En el patio que se olvida,
en el minuto que aguarda,
en las cenas a medida,
en las sábanas...

Te siento.



María Inés Iacometti

domingo, 16 de febrero de 2020

Es la brisa

Hoy solo quiero contarte
que la brisa queda inhabitada
si no te oye.
Y no es por mí,
es por ella que te extraño en las palabras.
Es por esa misma brisa
que goza y retoza
galopando en el dintel oscuro
de tus pestañas.
Es por ella,
que sufro nostalgias
y padezco cielos.
Yo la siento llorar tu ausencia
en los rincones más fríos
y a veces, la acompaño.
Se rompe un poco, se derrama
pero vuelve luego a la vida
cuando suena tu llamada.
Esa brisa, que es tan tuya como mía,
me envuelve de tristezas
y me salva...
No es por mí que yo te extraño.
Ni es por vos, el extrañarte.
Es esa brisa vacía de vos
la que me inquieta hasta los huesos,
porque te nombra y me nombra
pidiéndome que la rescate
de tu nombre malherido
entre sus labios virtuosos,
entre sus dedos virtuales.
Me llama y te pide.
Me pido y te llama.
¿Pide ella o pido yo?
¿Sueno yo? ¿Sonás vos?
¿O solo suena la brisa
salvándose
en tu llamada?

María Inés Iacometti

viernes, 14 de febrero de 2020

En tus rincones


Me empapé de vos
y aún sin absorberte,
supe tu sabor,
sudé tu aroma
y me instalé en tus rincones
más inhabitados.

Extrañarte entonces,
se me ha vuelto complejo,
porque es como extrañar mi piel
o sentir nostalgia del silencio
que susurra
entre tu latido y el mío.



María Inés Iacometti

Palabras sin papel

Qué pasa si la noche
en triste puñalada
decide no mirar
tu eclipse de papel.


Si acaso se apagaran
de golpe las palabras
y en vez de declararse,
huyeran de la piel.


Se haría un sol de otoño
en plena primavera.
Sería más el barro
que flor, en el jardín.


Habría solo espacio
de amor, en la vereda
y ya no más la brisa
del dulce transigir.


Serían los ocasos
un breve pensamiento.
¿Y cómo nombrarías
el beso que no fue?


Se perdería el viento
por falta de caricias
si acaso las palabras
negaran el papel.



María Inés Iacometti

lunes, 10 de febrero de 2020

¿Cómo es ser libre?

Ese día,
la invadieron pensamientos de libertad.

Ella, entonces,
se hizo a un costado de la vida.
Se sentó en un espacio de calma
entre el río y el destino
para ver si por fin,
podía reconocerla.

En quietud, trató de encontrarla.
¿Dónde la buscaría?
¿Cerca? ¿Lejos?
¿Dónde duerme la libertad?
¿Se esconde? ¿Se compra?

En breve,
ya que la brisa
-solidaria compañera-
permitió el vínculo armónico
de acordes espaciados y tranquilos,
lanzó una pregunta al cielo,
-con su mirada-
sin palabras:
¿Cómo es ser libre?

Hubo silencio.

Las respuestas no vinieron en palabras.
(Para no desentonar con la pregunta).

Solo hubo más brisa.
Más juego de sombras arbóreas
en el pasto tierno.
Más abrazo de sol.
Más baile de flores silvestres.

Más pájaros…



María Inés Iacometti

domingo, 9 de febrero de 2020

Las estrellas lastiman a veces

Cuando enmudece la eternidad
y el firmamento se muestra absoluto
con el aplomo de la certidumbre
en lo inalcanzable.
Llueve.

Porque la nostalgia antes ignota
se materializa delante de quien
sin nombrarla,
la evoca.
Llueve.

Ante la escena de la garganta
que se niega al canto
mordiendo solo saliva
con angustia de cielo
y soledad de hierba en sus cuerdas.
Llueve.

Y es que
las estrellas lastiman a veces
precipitándose
con sueños en los pulmones,
desvaríos rotos de cimas azules
acristalados por el invierno interior
que invade más
que el de las veredas.

Entonces, sin demora,
sin perdón.
Afuera
y en mí.

(Simple o torrencialmente).

Llueve.


María Inés Iacometti

sábado, 8 de febrero de 2020

El artesano

Te soñé
y en mi sueño me encontrabas
tallando un corazón
en piedra y bronce.
Querías ayudarme en mis intentos
de moldear
la escultura que anhelaba.

Me encerré.

Yo me opuse a que tus manos
rozaran la estructura de mi piedra.
Apenas permití
que de mi bronce
desprendas
breves muecas.

(Pero ignorando
que eras el artesano
de mi amor, de mi espacio,
de mi estrella...

Te encontré en la obra terminada.

Mi torpe corazón
de bronce y piedra
se rindió
al trabajo de tus manos…).

El sueño terminó
y ahora en vos,

estoy despierta.



María Inés Iacometti

jueves, 6 de febrero de 2020

Florezco


Cuando me siembro de amor,
cuando me permito
tamaña invasión
de un alguien,
me sumerjo de tal manera en él,
me dejo arrullar a tal punto
que incluso las ausencias
me nutren el fuego.

Me dejo impregnar
de sus verbos
y sus descansos.


Me entrego a sus frases,


a sus labios.


Me enciendo en las pausas.
Me calmo de encierros
y emprendo libertades
cautelosas,

obsecuentes.

Me sublevo
y con la misma bravura

suspiro,

silencio.


Cuando me siembro de amor
germino en mí misma

y florezco.


María Inés Iacometti

miércoles, 5 de febrero de 2020

Aprendí el amor

Un día, como en un sueño, acepté una propuesta que encajó en las estructuras aprendidas, heredadas, impuestas.
Cuando desperté a mí, me hallaba envuelta, abrazada por esas telarañas que a todos conformaron.
Entonces, me convencí.
Decidí aceptar que la propuesta aceptada, formaba parte del camino y que tal vez, también me conformaba; incluso, me sentí importante (una pseudo heroína) por rescatar a un alguien de su soledad.
Ya más despierta, transité por mi destino dispuesta a hacer del trayecto, la mejor siembra que estuviera a mi alcance.
Y aprendí a disfrutar el privilegio de ser cuna, de ser testigo y parte de la germinación de tres vidas en mí.
Y celebré cada milagro de manitos pequeñas. Las miradas que buscaban las mías mientras mi cuerpo alimentaba el amor con amor. Los primeros pasos... ¡Todos los pasos!
Transcurrí y honré. Acompañé, cedí, renuncié.
A veces, practiqué la plenitud.
Y soñé... En silencio.
Y lloré... En silencio. Sin el grito que podría haber desahogado o expresado mis pequeñas-grandes verdades, mis razones.
Pero llegó otro día, ya no sé si en sueños o vigilia, en el que me desconocí.
Me vi ajena a todo.
Me vi ajena a mí.
Y fue ese día, mucho más cercano en tiempo y distancia hasta mis dedos,
en el que me aprendí libre,
sola,
plena y necesaria,
con dudas y estrategias para el no dolor.
Con fuerzas renovadas y sabiendo también algo más...

Aprendí, a mi manera, el amor.


María Inés Iacometti

martes, 4 de febrero de 2020

Y llegaste vos

En los espacios huecos que quedaron,
ahora hay flores crecidas.

Porque fue mucho lo ofrecido, lo hecho,
lo dicho, lo dado.

Y el darme fue vaciarme, sin reservas,
sin el mínimo reparo
que me mantuviera en pie.

Entonces,
no fue fácil recuperar mis pedazos,
sectores de esencia
que tuvieron que ser transformados, cambiados, adaptados.

Hubo manos tendidas y livianas,
sin caricias.

No me fue fácil tampoco,
reaprender mi imagen,
ni el amor.

Fue difícil creerle a tus latidos
y a tu emoción del destiempo...

Pocas veces, una mirada,
logra cambiar de color mis gestos.

Y llegaste vos,
a pintarme completa.


María Inés Iacometti

lunes, 3 de febrero de 2020

Un poquito de su piel

Es que
el epicentro de ella
es él.

Entonces,
no hay vendaval
ni migración
ni ridículo argumento
que quiera escuchar.

Solo desea su pulso,
su latido
y tal vez,
hasta se anime
y le pida
-de a ratos-

un poquito de su piel.


Nada más.





María Inés Iacometti