Supuse la ternura solo con mirarte
y las calles se deslizaron debajo de nosotros
como pidiendo prestadas las sombras al sol.
Las agujas del día
se sintieron urgidas por un poco de descanso
y recostaron sus esmeros en la arena
para no anunciarse,
para no apurarnos.
Hubo brisa.
O tal vez, solo suspiros abrazándose,
fundiéndose en estelas sedosas
de miel y libertad.
No interrumpimos nada pero detuvimos todo.
Incluso...
El miedo.
María Inés Iacometti