Mis acordes te recuerdan
como un remanso esperado,
como ese alivio que no se busca
pero se anhela
al despedir la tarde.
Y te vibro y me rasgas,
juego sutil
de sonoridades incorpóreas,
que se trepan
conquistando los silencios.
Y me quedo y me alcanzas,
llamas creciéndose mutuamente
y mutuamente también,
se amansan.
Caprichos, palabras,
montura puesta al revés.
Inquietudes, madrugada.
Espejos de no figuras.
Manos que se forman, braman,
emergentes del sin sentido
por trascender,
por burlar la nada...
Te recuerdo y te traigo,
y te elevo
y se me antoja tocarte,
y es bueno.
Porque estás.
Y en este instante,
si te trajiste o no, no importa.
Te tengo y eso,
eso me basta.
María Inés Iacometti