Hablarte en susurros y al oído
es como pedirle su guiño al viento
para que, escondida entre sus brazos,
me permita rozarte, merodearte,
calmar tu fiebre de nostalgias,
y amarte...
Es suavizar mi voz hasta el punto
en que solo suenen en ella
mis sentimientos profundos,
esos, que solo a veces digo.
Caminarte como en puntas de pie
recorriendo tu delirio en imaginarias olas
que de a ratos, tienen riendas,
de a ratos, se desbocan.
Ser torbellino y calma.
Enredadera y túnica blanda
que se enlaza y se funde con tu piel
desde muy cerca
y también a la distancia.
Susurrarte es jugar a contenerme,
dosificarme las pasiones,
las palabras...
Es dar paso solo a la ternura
y que, de a tramos,
se vaya tiñendo de ganas.
Es rico y fresco
y es todo lo demás.
Es lo que vivimos o soñamos.
Lo nunca perdido, lo rescatado...
Hablarte con susurros, al oído,
es revelarte de a poco mi verdad
pero sin que jamás
vaya a enterarse nuestro destino.
María Inés Iacometti