jueves, 1 de octubre de 2020

Quiero contarte...

 


 Hay un horizonte
que cuando late,
se deja tocar.

(No sé del todo
si late él
o lato yo).

Lo cierto es que,
al teñirse de verde,
el horizonte se amansa
se acerca,
acurruca sus afanes
justo al alcance de mis yemas.

(Mi osadía no ha intentado tomarlo
por temor a que su instinto huidizo
se despierte
y vuelva a alejarlo).

Solo las caricias le sientan bien.

Cuando descansa en mí
se lo percibe liviano
como un mínimo abrigo de plumas
que se derrama
buscando hasta el último rescoldo
-en la piel-
que pudiera estar
desamparado.

Me permito el encuentro.
Él, se permite mis manos.

Lo recorro serena
como si su línea fuera nueva,
como si tuviera que dibujarla
para ofrendársela,
sin tinieblas
con trazo preciso
solo de hierba
así no vaya a confundirse
con fronteras...

El horizonte
debe ser libre de alcanzarnos
y de dejarse alcanzar
conforme al sentir de su esencia

Vivimos dando pasos en falso.
Titubeamos en nuestra carrera.
Avanzamos tres,
retrocedemos ¿cuántos?

Esperamos al futuro
expectantes
y olvidamos
que ya es, de nuevo,
primavera...

El horizonte se aquieta
cuando sabemos mirarlo.

Su reposo es invisible,
no se sabe
no se encuentra
y domar,

jamás se deja.


María Inés Iacometti

2 comentarios:

  1. Que lo inalcanzable no existe! Que quizás los horizontes no están en el horizonte como en las manos que los dibujan o trazan diariamente. Que un horizonte no está, se cultiva. Que al final eres tu mismo horizonte. Poeta y filósofa María Inés Iacometti nos adentra en esos horizontes que no están afuera, que están adentro.

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    1. Querido José Rafael Hernández V. Enorme poeta y filósofo. Vos reconociendo este pedacito de trayecto como un pensamiento de una trascendencia que me excede... ¡Cuánto halago! ¡GRACIAS!

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