Acaso no sueñe
como todos lo hacen.
A veces inhalo febreros
y exhalo soledades
de anhelos perdidos.
Despierto noviembres
y encuentro pétalos nuevos,
entonces...,
surgen plegarias.
Aquietar el sol en los ojos,
solo por intentar el sueño,
es la misión más cruel
que se pueda pedir a un niño.
Por eso no fuerzo la noche,
tampoco el gozo ni el tiempo.
Dejo que lleguen
despacio a mi pecho.
Que se rindan los párpados.
Que se apague el día.
Que se dé por vencido
el silencio.
Esa es mi forma
de no matar la luz
y encender -de a trazos-
los sueños.
María Inés Iacometti
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