lunes, 29 de noviembre de 2021

Pichoncito de plumas nuevas


 

Dijiste no poder perdonar
y el dolor te pasaba desde la espalda
hasta los ojos.

Adolescés el abandono de un padre
que emprendió otros caminos
sin pretender mirar
las vidas que quedaban atrás.

Tu madre entonces
heroína necesaria
limpió la mesa, secó su rostro,
arremangó corajes y amasó panes.
Tomó bien fuerte las manos-alas
y en un nido confundido
igual
supo orientarles el vuelo.
Les enseñó los pasos,
les caminó tan cerca
que al menos de a ratos
olvidaran las ausencias.

Sin embargo
dijiste no poder perdonar
y el alma se me escapaba
por llegarte en un abrazo.

No sé quién sea tu padre
no sé más de tu historia,
la soltaste esa tarde
y sigue vibrando conmigo.

Te invité a escribir una carta
a ese ser que no los quiso, que no pudo,
o que quizás herido
también anda errando y llorando
su vida con las de ustedes.

Te invité a escribir una carta
a esa bronca, a esa rabia,
a esos sentires que te pesan
y te pasan
desde la espalda hasta los ojos.

Pichoncito de plumas nuevas
que no te oscurezcan las alas
que la torpeza y la desidia
no endurezcan tu mirada.
Que no te inspire violencia
aquel que no tuvo palabra.

Yo sé de tus fuerzas buenas
fundadas en normas claras.
Sé que del amor se aprende
mucho más y mejor
que del dolor...

Mas, no te aferres a esas cargas
que la vida sigue abriéndose
para darte la primicia
de mañanas renovadas.

Te pedí la valentía
de interrumpir el blanco
para contarle al papel
lo que tus puños
pensaban.

Creo en vos
cofre insondable de afecto no dicho
compendio guardado
de excelsas premisas
que quieren ser libres
como tu hazaña.

Espero en vos
pichoncito de plumas nuevas.
Sé que tu fuerza interior
sigue habitándote pura
y surgirá muy pronto
más colorida y grande
que la misma primavera.


A ese estudiante

que desabrigó su corazón
una tarde de Noviembre.

María Inés Iacometti

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