viernes, 24 de julio de 2020

La muerte de una roca

Comenzó a rodar intempestivamente.
No se sabe qué la sacudió de su letargo.
Tal vez un látigo de viento inoportuno. Quizás el peso doblegó su espalda gris. O fue el deseo de imitar la libertad de algún cóndor tempranero…

Formaba parte de la cumbre madre: una montaña erguida en la cadena al Sur de un pueblo solitario.
Cada día vencía el embate de las nubes bajas; el frío, la nieve y las escarchas le dieron estructura de acero.
Sí. Formó parte de ella… Pero ahora, en su alocada carrera hacia la nada, en el cruel desvarío de no saber dónde concluye su fantástico rodar, arremetiendo todo a su paso y tratando en vano de asirse a la mano tendida de alguna rama seca… Cae.

Se marean sus pensamientos.
Ella quiso volar pero no fue así como soñó su vuelo.
La realidad ha terminado con la fantasía.
Sin alas… Sólo golpes sucediéndose uno tras otro como gotas de lluvia… Cae.
Y cuando casi tocaba ya el suelo de un prado de verdes intensos, se da por vencida y expira; quizás acobardada por el miedo o tal vez por la poca experiencia en caídas.

Su madre, testigo silente de la huida, no dirá jamás que muere por dentro, que la firmeza externa es pantalla y que su pasividad –tan admirada- no es una opción sino la cruz natural que soporta.

La mira con la desazón de quien acepta su destino.
Sólo se atreve a derramar algunas lágrimas por el hilo del deshielo.

La llora… Y piensa en aquellos pobres seres que sostienen el error de creer que por dura, una roca nunca muere.

María Inés Iacometti

3 comentarios:

  1. María Inés nos sorprende dándole vida a lo inerte o diciéndonos que lo inerte no es tan inerte. Que la vida no es exclusiva solo de lo que se mueve o respira. Que en todo puede palpitar la vida.
    Y para nuestra sensible poeta,efectivamente,todo habla. Todo tiene su argumento. Y que si un día estás en una montaña y hay niebla, pues que hasta esa niebla podría ser el mismo aliento de Dios.
    Albricias por María Inés que nos transporta a ese mundo mágico que muchas veces está a nuestro alrededor pero no vemos.
    Toda mi gratitud.

    José R. Hernández V.

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    1. ¿Qué podría más alto que agradecer?
      Cuando alguien rompe sus jaulas mentales y decide abrir las alas-manos para dejar que las palabras se resignifiquen en otras almas, siempre hay esperanza, pero no siempre esa esperanza se vuelve tangible en la presencia de seres que como vos, se apoderaron de ellas.
      GRACIAS José por permitirme y permitirles cumplir la misión.
      Todo se ha cumplido.

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