Los vidrios
en las ventanas
hacen muecas extrañas.
¿No los vieron?
De pronto
sonríen al ritmo de la lluvia
y a su par, lloran
pequeños hilos serpenteantes
como deshielos
en angustias simuladas
o ajenas
porque... ¿qué angustia
podrían tener ellos?
Los vidrios cantan conmigo
y se expanden ante el trueno.
Se acampanan
con los tañires cercanos
y hunden sus pechos
cuando elijo bruscamente
mi hermetismo.
Evaden al sol
y a los ojos externos
en un guiño de cortinas
ante cualquier descuido.
Se agitan con el tren
en aviso o espera
(quién podría saber).
Se quiebran con ausencias.
Resisten los embates.
Se oscurecen y se lavan.
Me silban con el viento
y sin más temores
se cierran al pronóstico fallido
o al desencuentro.
De noche
también lo hacen.
Juegan con las sombras
de árboles y murciélagos.
No buscan el susto
ni el terror, jamás el miedo...
Los vidrios
en las ventanas
abrazan vidas.
¿No los vieron?
María Inés Iacometti
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