Como un corazón que late
al despertar la mañana.Como susurros de vida
salpicando la nostalgia,
se despliega sobre el verde
el rojo sangre del ceibo
y recuerda el compromiso
de sonreír en silencio.
Porque él no sabe cantar
o volar como el hornero.
Porque su fe no predica
con palabras o en cemento.
Solo se extienden sus ramas
para cobijar los sueños
que permanecen prendidos
en flores de terciopelo
desde septiembre hasta mayo
-cuando se anuncia el invierno-
y entonces recién se siembran
con amor del verdadero
para dormir en la tierra
y crecer, pero en secreto.
María Inés Iacometti
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